¿Te imaginas una planta con un esqueleto metálico que se alimente de la contaminación de los ríos? ¿Y que se mueva por simple intuición, en busca de comida a lo largo de las riberas? Sí, ingenioso, sorprendente y real. Su creador es Gilberto Esparza, un artista comprometido con la ecología, sin embargo, sus conocimientos de ingeniería y su talento creativo le han impulsado a diseñar un concepto de lo más sorprendente.

Robot planta

Esparza define su invento como “un ecosistema contenido en un robot biotecnológico conformado por plantas y microorganismos viviendo simbióticamente en el cuerpo de una máquina. Este organismo vive cerca de los ríos que están siendo contaminados por los desechos de la urbe, se desplaza para encontrar el agua –residual- y la procesa para poder transformar nutrientes en energía, cumpliendo así sus ciclos vitales”.

Un robot con corazón de planta

El aspecto del engendro no puede ser más inquietante. Parece una fusión aberrante de una maceta con una araña mecánica. Será muy artística pero visualmente produce un cierto rechazo debido a esa extraña mezcolanza de biología y cibernética. Sus doce patas le sirven para desplazarse de modo autónomo en busca de comida, que no es otra que los residuos que contienen los ríos tras los vertidos de muchas fábricas sin conciencia. El robot es la parte que se encarga de desplazar a los organismos que viven en su armadura. Dispone de sistema energético con celdas de combustión microbianas, donde unas bacterias transforman el agua contaminada en energía, para que el robot pueda desplazarse y realizar sus actividades.

El hábitat natural de este ciberorganismo se encuentra cerca de los ríos contaminados, ya que las aguas residuales le proporcionan los nutrientes, que una vez procesados se convertirán en energía permitiéndole cumplir sus ciclos vitales

Robot río

Para desplazarse, la planta nómada utiliza un sistema de radar ultrasónico muy similar al empleado por los murciélagos. “Básicamente los sensores envían sonidos que regresan como volúmenes, permitiendo al robot identificar los obstáculos, que son almacenados como memoria espacial en su cerebro dotado de inteligencia artificial”, explica el artista. Esto le permite moverse por terrenos abruptos y sortear las dificultades para poder llegar hasta los márgenes de los ríos, donde proyectar su “trompa” y absorber el agua donde se encuentra su ponzoñosa pitanza, que degustará con satisfacción gracias a los efectos de su potente membrana biológica.

VIA I Neoteo.com

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