¡Si no se riegan, mueren! Esa ha sido la frase por excelencia que hemos escuchado toda la vida sobre los cuidados de las plantas. Todos sabemos que el agua es el alimento fundamental del desarrollo de una planta. Pero esto tenemos que complementarlo con una buena iluminación. No sólo basta con tenerla fuera en nuestro patio o cerca de una ventana. La luz es un elemento imprescindible para su crecimiento, ya que les permite convertir los nutrientes del suelo en su comida.

Luz natural o luz artificial

La diferencia es abismal. La luz artificial nunca podrá sustituir a la luz solar. En un día soleado la luminosidad media se estima en unos 100.000 luxes, mientras que por el contrario, la iluminación artificial de un hogar no supera los 500 luxes. Con esa energía se produce el mágico proceso llamado fotosintesis, fase a través del cual obtienen su alimento.

Existen plantas que necesitan más cantidad de luz que otras.Pero fundamentalmente nosotros podemos suministrar esa fuente de energía por medio de dos cauces:

La luz natural: Es la luz del sol, la más intensa y poderosa. Si disponemos de espacio en nuestros hogares, tenemos que permitir que todas las plantas accedan a la luz natural durante unas horas al día, teniendo siempre la preocupación de no dejarlas expuestas durante mucho tiempo, porque pueden deteriorarlas o matarlas.

Luz artificial: Si optamos por el cultivo en el interior, tenemos que ser conscientes de que existen lugares en el hogar donde la luz natural no es suficiente para el desarrollo saludable de la plantación. En el mercado nos podemos encontrar con varios tipos de lámparas (incandescentes, de vapor de mercurio, mixtas, fluorescentes…) con los que podemos satisfacer nuestras necesidades.

Los dos métodos de iluminación son adecuados para el buen aspecto de nuestras plantas. Lo importante es medir la cantidad de luz que le proporcionamos. Y vosotros, qué tipo de iluminación utilizáis para el cremiento de vuestras plantas, natural o por el contrario tenéis kits de iluminación artificiales.